La grieta.
Cuando la grieta aparece, tienes varias opciones.
Corre: si los cimientos del edificio no son muy sólidos mejor que salgas de la cama, te pongas las zapatillas y eches a correr. Sabes cuál es el destino del edificio, se va a derrumbar cuanto antes. Así que mejor que tu corazón no quede enterrado debajo.
Repara: cuando la grieta es pequeña o el edificio muy sólido, siempre puedes escoger esta opción. La condición es muy sencilla: no hay ayuda externa que valga, los habitantes de esa edificación debéis ser los que la reconstruyáis. El problema es si ninguno sois buenos en el tema… tenéis unos días para disfrutar al máximo de vuestro edificio, antes de que se desplome y lo miréis con nostalgia desde fuera. Después, cogeréis caminos separados.
Resiste: si los cimientos son fuertes la casa no se va a derrumbar. Tranquilo. Pero la grieta está ahí, y debes saber que eso tendrá unas consecuencias. Por ejemplo, las goteras. Caerán y mojaran los tiestos de los habitantes de la casa. Constantes, suaves… poco a poco menguarán vuestras paciencias… ¡Y podéis explotar! Si gritáis la grieta se hará más grande y tendréis que escoger otra opción. Podéis cambiar de edificio o reconstruir el que tenéis. Pero si os calláis podéis correr el peligro de ignorar la grieta, y que con el tiempo, el techo caiga sobre vosotros…
En todo caso, cuando la grieta aparece actúa amigo… actúa.
http://www.youtube.com/watch?v=BOCKYL8CNxc
ResponderEliminarAmistad a lo largo
Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
Mirad:
somos nosotros.
Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más:
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-ésas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.
Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos con los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que nos sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.
Ay el tiempo! Ya todo se comprende.
Jaime Gil de Biedma